Leer poesía en sus labios.
Morder cada parte de su
cuerpo.
Demoler sus miradas con
silencios.
Recorrerla con mis manos
muy lento.
Extenderme sobre ella
y leernos.
Leer poesía en sus labios;
ojos;
mejillas;
cuello;
clavícula;
pecho;
ombligo;
pelvis;
muslos;
rodillas.
Para cada uno, un beso.
Pues no existe nada en este mundo que se merezca más versos que su cuerpo.
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