28 feb 2012

Yo ya no soy.

Yo ya no sé ser. 
Y es que yo ya no soy.
No existo. 
No soy más que un simple ente vagando entre las tinieblas de la soledad redundante. 
Soy una mísera gota de lluvia en la profundidad del inmenso océano. 
Soy un pequeño ácaro que carcome cada pieza de mi vida. 
Soy una mota de polvo en un libro milenario, en un tesoro de papel cuyas hojas hace décadas que no son leídas, devoradas. 
Soy un pequeño satélite en medio del gran universo, digo más, un insignificante meteorito, un trocito de tierra inerte.
Soy esa diminuta flor que pasa desapercibida a ojos del humano, o ese animal microscópico al que nadie nunca puede ver, al que todo el mundo aplasta al pasar. 
Soy el pequeño insecto al que nadie teme por su ínfimo tamaño. 
Soy aquel nimio triángulo en medio de una estruendosa orquesta, o un crótalo, me atrevería a decir.
Soy un minúsculo pedazo de ceniza, un cero a la izquierda de seis mil millones más.
Soy nada. 
No soy. 
Reitero: Yo ya no sé ser.

25 feb 2012

Y así me vale.

Aprender a convivir con mi soledad. Esa es la clave para ser feliz con esta vida. Esta vida que quizá no es la más bonita de las que he vivido, pero sigue siendo vida, la mía: mi vida. Y así me vale.

Tampoco me queda otro remedio. No voy a estar toda una (mi) vida lamentándome por lo que tontamente y/o (in)justamente [según quién lo mire], perdí. O que quizá nunca llegué a tener. Quizá eran sólo espejismos; un oasis precioso en el desierto de mi historia. Eso fue. Mentiras y más mentiras. En eso se basa todo, todo son mentiras. Y quien diga que no, miente. Jé. ¡Qué paradójico!

Pero bueno, si la moraleja es que no merece la pena basar una vida en oasis inexistentes, desde hoy (y espero cumplirlo), no vale escribir ahogada en absurdas lágrimas,  no vale exponer un corazón desnutrido, exprimido, (in)latente, interfecto por inanición. Un corazón al que ya nada alimenta.  No merece la pena. No.

21 feb 2012

A veces me llaman Mou.

O la gente es imbécil o yo no entiendo a la gente. ¿Por qué?
Hay ciertas cosas que me ponen de mala hostia, y esta es una de ellas. ¿O es que es normal que la gente cambie su actitud para conmigo de la noche a la mañana sin motivo aparente? ¿Por qué? Vale que soy olvidable, y que la gente se cansa de mí... Hasta ahí de acuerdo, porque me conozco lo suficiente como para saberlo... Yo también me cansaría de mí. Pero ¿tan pronto? ¿Así sin más? ¿Por qué?
Odio que la gente se permita el lujo de entrar y salir de las vidas a su antojo, sin consultar ni pedir permiso para entrar, y mucho menos para salir, claro. ¿¡Por qué!? Estas son las cosas que me ponen de mala hostia.

Ahora que la solución es clara. Puesto que el problema es mío por dejar entrar a cualquiera, la que tiene que cerrar la puerta soy yo. Que no veo que nadie pase malos tragos a mi alrededor, que por lo visto soy la única subnormal que se devana los sesos preguntándome una y otra y otra vez... ¿¿POR QUÉ??

A veces me llaman Mou.

Bah.

14 feb 2012

Natillas.

Cambios, cambios, cambios.
Me pido cambios y sin embargo vuelvo a Ti
como un imán atraído por Tus metálicas entrañas.
Por Tu corazón de hierro, Tus manos de acero,
por nuestra aleación de miradas y caricias
que no deben, que no pueden significar nada.

A veces me pregunto cómo puedo reprimir tan fácilmente mis ganas de besarTe.
Fácil-mente. Sí.

No esperes entenderme, porque ni yo lo hago.
Quizá la mejor opción sea alejarse.
Muerto el perro, se acabó la rabia.
Rabia.

Giro sobre mi propio eje,
doy vueltas a mi alrededor,
y siempre encuentro lo mismo:
Yo. Y yo. Y más yo.



Me vendría especialmente bien un largo viaje, un cambio de aires. Nueva gente, nuevos lugares, nuevas experiencias que me ayuden a romper con mi vida, con toda ella. A veces siempre pienso que carece absolutamente de sentido la mires por donde la mires, y por más cosas que hago, no consigo encontrarlo. Se va perdiendo por el camino, dejando un rastro cada vez menos claro, menos intenso, cada vez más grisáceo. Totalmente sin sentido.

Y entonces vas tú y apareces, en medio del camino,
obligándome a sonreir(te) cada vez que te miro.
¿Por qué me pasan a mí estas cosas tan raras?

Y que al apagar las luces nuestros cuerpos sean imanes incapaces de desunirse mientras las sombras nos contemplan... Estamos locos.

Me va a explotar la cabeza.

4 feb 2012

Hundida en lo más hondo del más profundo océano.
Las olas arrastran mi cuerpo hasta las rocas.
Se golpea, se desmorona, se desuella.
Un cuerpo sin vida y sin alma
que se desmiembra a cada golpe.
Se desmiembra.
Nadie encontrará todos los trozos para unirlos.
Nadie.
Harapos de telas ajadas llegan hasta la orilla,
manchan de sangre su eterna blancura,
su pureza.
Mientras las olas succionan cada seso,
cada pelo, cada uña, cada sueño.
Cada migaja de lo que un día fue un cuerpo.
Lo fue.
Absorben mi vida como si no hubiera mañana,
se la llevan, me la roban, y juegan con ella.
Se la rifan.
¿Quién quiere el páncreas? ¿Y quién el hígado?
Yo me quedo con este estúpido corazón,
seguro que sirve para algo,
para algo más que para lo que sirvió.
Y sirvió.
Pero ahora se deshace entre sales y algas marinas.
Marinas.
Entre corales y estrellas de mar.
Un pobre corazón oxidado,
que no sabe nadar.
 Inundado, encharcado, ahogado ya.



Tanto mal ha de haber hecho la pobre muchacha, para acabar así: destruida, hundida, desmoronada. Y su cuerpo disgregado, segmentado, definitivamente hecho trizas, desmigajado, y esparcido con esmero por el inmenso mar.