11 dic 2014

La segunda persona de cortesía.

De esto que te da por entrar aquí, desde el móvil, un miércoles cualquiera, a las dos de la mañana y sin ser capaz de cerrar el ojo. Te da por entrar y ves esto, ves que no estás. Y te apena. Y lo añoras. Y descubres, de un modo un tanto doloroso, que la constancia es algo que nunca ha ido contigo, que no eres capaz de mantener despierto nada. Que de todo te cansas, que de todo huyes... y a todo regresas, tarde o temprano, con el rabo entre las piernas.


 Nunca me ha gustado el uso de la segunda persona para referirse a uno mismo. Odio cuando la gente hace eso, de hecho.

 Supongo que la nostalgia me ha traído hasta aquí, supongo que el tiempo pasa y yo sigo siendo yo, aunque a veces me eche de menos.  Y ahora estoy conmigo, tal y como soñé algún día. He viajado y estoy conmigo. Y estoy bien. Suelo estarlo. Casi siempre. A veces.

(Es complicado escribir desde el móvil, con media pantalla a ciegas y media cabeza en otra parte. Pero, ¿dónde? Ni siquiera lo sé.)


 Sé que esto son sólo cuatro frases inconexas, pero son mías. Soy yo, estoy aquí. De nuevo en mi pequeño espacio. Aquél que creé por y para mí hace ya demasiado. Aquél que guardé recelosamente durante no mucho. Y aquél que abandoné sin reparo cuando la vida empezó a sonreirme, y dejó de ser útil. Dejó de ser ese oasis incierto pero constante al que huir cuando nada ni nadie más podía consolarme. Así soy yo. Desecho pero no olvido. Aparto pero siempre sigo recordando. Y pienso, y vuelvo a pensar. Hasta que un día como cualquier otro, pero distinto, me decido, y actúo.

Y aquí estoy, a las 2,17 de cualquier miércoles de esos en los que las noches no me dejan dormir, impulsándome a echarme de menos. A mí y a toda esa bruma absurda que solía ser, que dolía ser, pero que era yo. Y que yo era.

Buenas noches, querido diario. Hasta dentro de dos años.


No hay comentarios:

Publicar un comentario