17 ene 2011

Prácticamente absurdo.

Las gotas de sudor helado bajaban por su frente y su nariz, haciendo una especie de estalagtita o -mita, nunca sé cuál es cuál, en la punta de ésta. El frío agarrotaba todos sus músculos. Sus piernas no respondían, sus dedos de las manos se peleaban unos con otros para cerrarse en un refugio que los acogiera de cinco en cinco. A pesar de los veintiún grados bajo cero, dentro de sí sentía como si el infierno y el tal Lucifer habitasen plácidamente en sus arterias, nadaran a través de su sangre, y durmieran en su tierno corazón, tan cálido y apacible. Es en esos instantes cuando la cabeza se pone al rojo vivo, aunque los labios estén morados de frío. ¿Qué cojones hacemos? Si de 14 que vinimos quedamos sólo dos. ¿Qué tenemos que hacer ahora? Pues mira, hay que ser práctico en los momentos de histeria general, locura máxima, desesperación total, y esos estados psíquicos-mentales que nos vuelven majaretas sin remedio. Seamos PRÁCTICAS pues.

Y fue entonces cuando me besó, y la besé.
Y pasamos PRÁCTICAMENTE toda la noche haciendo el amor de forma apasionada, aunque era solamente una manera fácil, rápida y por supuesto, PRÁCTICA de entrar en calor.

Mientras sus manos podrían haber acariciado mi cuerpo, y mis labios haber besado sus pechos; sus dedos, acomodados en su refugio, me calaron muy dentro; y mi boca, por el contrario, buscaba calor en otro lugar similar, incluyendo por supuesto el agravante de la tal Lengua, una ocupa de Refugios que cuando entra, por lo visto, ya no quiere salir más.

En teoría, no debería escribir lo primero que se me pase por la cabeza, pero a la vista está, que la PRÁCTICA es otra historia.

(Parezco un anuncio de Cuatro, tanto practicar, tanto practicar...)

No hay comentarios:

Publicar un comentario