21 ene 2011

Nadas azules y tal.

El mar es azul.

Eso es lo que pensaba yo, que el mar era azul y que el cielo tenía que ser igual para que cuando oteara el horizonte en lo alto del faro pudieran unirse ambos y hacerme creer que la nada existía, y que además, era azul. El día que me dijeron que el azul del mar era un simple reflejo del cielo, me pregunté de dónde salía entonces ese azul, si no existía la nada azul, si el cielo azul era un lienzo pintado con cyan y blanquecino, con gris para las nubes y amarillo chillón para el sol. Cuando me dijeron que las nubes eran simples condensaciones de agua y que por su culpa llovía, pensé que ya no me quedaba nada por saber. ¡Cuánta decepción! Y yo que siempre había pensado que la lluvia siempre aparecía cuando el sol se ponía triste de verme llorar... Que pensaba que aquellas cosas blacas eran pinceladas en lo que yo pensaba antiguamente que era la nada, y que resultó que era un simple lienzo pintado de cyan y blanco, ¡claro!. ¡Qué decepción!

No era el momento para desilusionarse con el mundo, pero ¡joder! es para desilusionarse si con 8 años te enteras de golpe y porrazo de que los reyes son los padres, que el ratoncito perez no existe, el cielo y el mar no son la misma cosa, la misma nada, que las nubes no lloran por tu culpa, y para más inri, no tienes ni pajolera idea de cómo puede ser que el lienzo sea tan azul a veces y a veces tan negro. ¿Es que lo pintan cada mañana y cada noche? ¿Quién narices se pone a pintar a las 6 de la mañana? ¿Y por qué en invierno dura tan poquito en claro y tanto de negro?

Eso sí, una cosa tengo clara: en verano lo pintan más tarde porque los pintores del cielo también cogen vacaciones, y por lo visto, les gusta tanto que no quieren que se acabe el día. Aunque personalmente, en verano prefiero las noches. Paradojas de la vida.

Fin.

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