9 dic 2011

Demente de mente.

Posas las manos sobre el teclado con intención y ganas de escribir, escribir todo lo que amanezca en cada neurona. Y sin embargo no sabes ni por donde acabar ni cómo empezar. Sin ni siquiera una ligera idea de las medidas exactas del escrito ni del tema a tratar. Pero como quieres escribir a toda costa, sea lo que sea, empiezas a poner palabras y espacios con la mayor cordura posible, aunque el sentido se haya perdido por el camino. Juntas y ordenas cada letra de cada palabra sin ningún tipo de disposición preestablecida ni medida ni cuidada, ni siquiera cabal y coherente, simplemente van saliendo una tras otra y se reordenan en la pantalla a sus anchas y a su gusto, sin pedirte siquiera opinión al respecto. Escribes incongruencias del tipo estrambótica-mente-desastrosa o comino, o estufa, o tachón, o hipérbole, marisma, pijolis, enclenque, pitufo, pastoso, almidón, pingüino, o incluso arco iris. Y te quedas tan a gusto, como si hubieras escrito tu mejor obra y tu mente, mientras tanto, vuela  por recónditos parajes dignos de Hércules o Aladín, se va y vuelve y en el camino, que no comino, se entretiene. Me parece que voy a tener que dejar los estupefacientes.

¡Ah! Se hace saber que una pobre absurda de cuyo nombre no quiero acordarme, ha estimado oportuno dejar de ilusionarse con absurdeces, y vivir en la vida real, además de dejar su jodida imaginación en el cajón de la mesilla. Para que por lo menos en la noche, en los sueños, pueda volar a sus anchas como solía hacer con el ojo abierto.

Picaporte

No hay comentarios:

Publicar un comentario