¡Qué bonito cuando te veo...!

Sensaciones estruendosas en mi cerebro
 aumentan los latidos de mis neuronas
y cada minuto se me hace un lustro esperando.

Olores que (tele)transportan mis sentidos
a cada paso que doy.

Borrachera de sueños y extravagantes locuras
que flagelan cada ínfima mota de polvo
en la oscuridad de mis silencios
y mis intentos absurdos de volar como el viento.

Estúpidamente sumisa a cada huella que dejas
como aletargados lienzos del color de mis manías.

(¿Tiene acaso sentido algo de lo que escribo?)

Páginas en blanco repletas de espectativas
e incertidumbres que extrañan palabras tuyas.

Ambiciosas ensoñaciones oníricas embadurnan
las letras de mis secretos, aullentadas todas ellas
por cada minuto de tus silencios.
Tus (no)palabras absorbidas por mi cerebro
y que a su vez lo llenan de confituras, de dulces golosinas,
de caramelos, de bombones, y algodón de azúcar.

Dulzura es poco.


Seré masoca, pero me encanta esta sensación de enajenación física y mental cada vez que tu persona se atreve a aparecer pudorosa entre mis pequeños y alocados sesos de perturbada. Infernales y pecaminosos pensamientos que me llevan a un lugar del que ni siquiera sé cómo salir. Me encanta tener a alguien a quien escribir. Si tú supieras...

Se me ha ido completamente de las manos, sin más.