27 jun 2012

Amarillas, por ejemplo.

Y aquí estoy de nuevo. La verdad es que no sé por qué me apetece escribir, pero sé que me apetece. Siento las palabras en mi cabeza como una jauría que necesita ponerse en orden.

Acabo de escribir y borrar dos párrafos completamente diferentes entre ellos. He borrado porque no me gusta lo que leo. No me gusta leerme tan simple. Necesito más complejidad en mi vida. Todo se ha vuelto monótono para mí. Mis preocupaciones son universidad, dinero, amigas, fútbol. Y ya. Un círculo vicioso que no tiene salida por ninguna parte. Tú eras mi salida. Tú, sí, tú, no te hagas la sueca. Llevo tantos años escribiendo para ti que ya no debería asustarte sentirte identificada con estos "tús". Tú eres una especie de oasis en mi vida, porque no tienes nada que ver con el resto. Por esa unión que ya te dije. Pero vamos al tema de los amarillos...



Me explico: he(mos) leído un libro en el cual se describe un nuevo tipo de relación, que se encuentra más o menos a caballo entre la amistad y algo más. Y después de leerlo, asumirlo, interiorizarlo, he sacado una definición propia de lo que es un amarillo: . Y cuanto más lo pienso, más lo sé. Aunque me ponga triste que no sea recíproco, aunque el libro diga que es necesaria esa reciprocidad. ME DA IGUAL. Yo he sacado mis propias conclusiones (a eso me habéis enseñado Albert y tú), y concluyo que no necesito serlo para ti, sólo necesito que sigas siendolo para mí. Pues aunque el libro diga que los amarillos pueden durar horas, semanas, o años. Yo quiero que este amarillo me tiña de por vida.  Yo quiero seguir teniéndote tan cerca y tan lejos a la vez, como siempre. Yo quiero.

Y no creas que no me duele que tengas todas esas cosas contra mí... Que creas que ya no hay nada de lo que te gustaba de mí, o que quizá te lo inventaste y nunca existió. No sabes lo que quema leerte decir eso. Tú nunca has cambiado para mí, yo siempre te he defendido por encima de todo el mundo y por encima de mí misma, incluso cuando has hecho cosas mal. Y créeme que las has hecho, aquí no se libra ni dios. Me duele, me duele, me duele que pienses ciertas cosas de mí que sé que piensas, me duele. Y quizá es que siempre te he tenido en un pedestal que no mereces, pero te repito que siempre me ha dado igual, porque siempre has tenido un imán para mis sentimientos. Y lo he intentado evitar de varias maneras, pero como solía decir hace siglos, si algo es inevitable, es que no se puede evitar.

Es tan simple como que llegó un momento en el que me conformé. Tú para mí no es que te intensificaras a naranja, es que fuiste rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul, añil y morado. Fuiste de todos los colores (los del arco iris, claro), fuiste mi puerta, mi inicio y mi fin. Fuiste lo más fuerte que he sentido nunca, lo más intenso, lo más desesperante, doloroso, a la par que emocionante, dulce, y especial que he vivido nunca. Fuiste todo. Te intensificaste de tal manera que aunque después lo he intentado con todas mis fuerzas, nunca he podido volver a considerarte amiga. Es demasiado poco. Pero sé que no puedo decir que siga estando enamorada de ti, porque sé que tú no eres mi persona, aunque durante algún (demasiado) tiempo me empeñé en creerlo, tú eres y siempre has sido su persona, y eso me excluye por completo. Siempre fue así, y no sé por qué (y cada día me lo sigo preguntando) me empeñé tanto en intentar cambiarlo. El tiempo te dio la razón, y no a mí, que ilusa pensaba que quizá en un futuro cuando... No. Tú tenías razón. Las cosas no han cambiado para ti, y sin embargo mi vida dio un giro tan enorme que no he sabido estabilizarme aún. Y ya han pasado nueve meses.

Ahora pienso que ella sí que era mi persona, pero lo más probable es que me equivoque de nuevo. Y quizá es que yo no tengo persona, pero estoy obstinada en tenerla, y por eso me duele tanto la vida.

Lo que sé ahora mismo, es que me gusta nuestra relación, del tipo que sea, no necesito ponerle un nombre, aunque lo de amarillas sea gracioso. Ya te lo he dicho por activa y por pasiva, me gustamos, no tiene más.
Aunque a veces sueñe que tú eres rata y yo soy loro, hace demasiado tiempo que me conformé.

(No sé si leerás esto, ni cuándo, pero que sepas que esto no sustituye la conversación pendiente, sólo era algo que necesitaba escribir...)

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