Me pido cambios y sin embargo vuelvo a Ti
como un imán atraído por Tus metálicas entrañas.
Por Tu corazón de hierro, Tus manos de acero,
por nuestra aleación de miradas y caricias
que no deben, que no pueden significar nada.
A veces me pregunto cómo puedo reprimir tan fácilmente mis ganas de besarTe.
Fácil-mente. Sí.
No esperes entenderme, porque ni yo lo hago.
Quizá la mejor opción sea alejarse.
Muerto el perro, se acabó la rabia.
Rabia.
Giro sobre mi propio eje,
doy vueltas a mi alrededor,
y siempre encuentro lo mismo:
Yo. Y yo. Y más yo.
Me vendría especialmente bien un largo viaje, un cambio de aires. Nueva gente, nuevos lugares, nuevas experiencias que me ayuden a romper con mi vida, con toda ella.
Y entonces vas tú y apareces, en medio del camino,
obligándome a sonreir(te) cada vez que te miro.
¿Por qué me pasan a mí estas cosas tan raras?
Y que al apagar las luces nuestros cuerpos sean imanes incapaces de desunirse mientras las sombras nos contemplan... Estamos locos.
Me va a explotar la cabeza.
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