21 sept 2011

Me has partido el corazón.

Mi vida se agotó con el último suspiro de mi corazón sangrando a borbotones, roto en mil pedazos. Hora de la muerte: 5.01. No sé cuántas noches aguantaré así. Vagándo como ánima en pena por los arañados pensamientos roídos por la injusticia de tus actos. Me has destrozado. Como si el mundo hubiera o hubiese implosionado sobre sí mismo, y hubiera creado a su vez un espantoso manto de lágrimas rojas de ira, verdes de envidia, moradas de pasión. Lágrimas ahogadas en ellas mismas, intentando flotar sobre su propia densidad. Mi piel se amontona en mis uñas mientras siento aún tus latidos sobre mi pecho; tus labios sobre mi cuello, tus manos sobre mi espalda. Mientras tengo tu olor pegado a mis sábanas. Insolentes lágrimas que se atreven a desafiar a mis recuerdos, removerlos y atusarlos para que salgan fuera, para que pueda verlos. Malditas sean.
¿Por qué? ¿Por qué justo ahora? ¿Por qué en este momento? Habrías recibido tanto de mí si me hubieras avisado...
Si hubieras o hubieses anunciado mi posterior muerte, habría por lo menos saboreado el último beso, exprimido la última caricia, embotellado el último abrazo. (No puedo creer que no vaya a volver a sentirte.) ¿Por qué me haces esto? Ójala me fuera a mí tan fácil olvidar(te).

Dicen que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Y de qué manera...

1 comentario: