24 nov 2011

Clase de Literatura del siglo XVI, y tal.

Extractos de sueños y silencios enfrascados en palabras dichas sólo con gestos.
Sueños renovados. Esperanzas concebidas de unos labios tan apetecibles como lejanos. Amores obsoletos. Lejanas utopías que se mezclan con deseos. Preguntas sin respuesta.
Quizá hayamos nacido para conocernos.

Ficción. Enfrentados mis sentidos entre ellos. Gusto opina que pruebe tus besos; olfato, que me centre en el aroma de tus palabras, el perfume de tus secretos. Oído, que escuche a mi cutrecorazón y preste atención a sus latidos descontrolados. Vista, sin embargo, me insta a (ad)mirar tus ojos, tus pequeñas manos, y tu pelo. Tacto es, en efecto, el más alocado de todos ellos: opina que me deje llevar por los sueños, que acaricie con mis manos el sabor de tus versos, que roce tus miradas, que me atreva a tocar tus cuentos.
Es entonces cuando entra en juego la razón. Cerebro. Él me dice que sea prudente. Que no me ilusione con tus presencias. Que no corra sin frenos. Que no me escape del rumbo de mi vida, sin siquiera conocernos.
Es pues cuando canta palpitante mi estúpido corazón, cuando grita entre silencios y estudia cada movimiento para intentar convencer a Cerebro de que quizá no sea tan horrible pensarte tanto.

Intuiciones oníricas.
Utopías sin sentido.
Querer no querer(te),
por si no es correspondido.

Pero ¿Sabes? Lo que nunca nadie ha conseguido es robarme las neuronas sin haberlo conocido.
¿Obsesión? Perdón, más bien atontamiento atroz.
Digamos que siempre me encantaron las cosas imposibles.

Sonríeme y me habrás ganado.

1 comentario: